del fuego las castañas, cuando cobra
lleva tu esplendidez a la zozobra
y, atándose de un vicio que no aplaca,
tu agradecida voluntad sonsaca
invalidando límites. La obra
de ficticios pastores maniobra
con la indolencia que tu voz no ataca.
Ajeno a las maldades y a su friso,
sueñas con la equidad del paraíso
y, viéndote habitar el desespero,
hay un grupo falaz que se divierte
mientras tú aprendes a vivir la muerte
clavado, como Cristo, en un madero.
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