17 de febrero de 2009

Poemas inéditos de Julio César Blanco Rossitto

Decían una muchacha es una luz
y muerta digo que una muchacha es un recuerdo
Escuchaban el ruido
de las máquinas hilanderas
a orillas del Roanoke River en Virginia
Acostumbraban ver las manos arrugadas
de las mujeres que lían tabaco
en las antiguas fábricas de La Habana
De esos tiempos no doy testimonio
No sé si a orillas del Zambeze
hay mariposas amarillas o cigarrones elípticos
trazando ruido
Me tocó vivir
en plena estación de zábila y linterna
mi boca sólo bebió
el zumo amargo de las frutas
que goteaban de los árboles
En algún instante impreciso
del espacio inusitado
una hermana alzará en su taza de té
la soledad que nos conmueve
No puedo garantizar que hoy llueva en Buenos Aires
De tanto apuro se me quemó el dolor
Mañana sabrán por qué los peces mueren fuera del agua
Una muchacha muerta es un parpadeo.

Cabudare
Agosto 13 de 2006



Sin permiso te sientas a mirarme
mientras pinto a mi mujer
Sobre tu cabeza vuela un tílburi del XIX
conducido por pumas de piedra que sonríen
brisas del desierto de Sonora
¿Hay pumas en el desierto? Mi mujer se enfada
Ahora tocas a la puerta
es azul como nuestra casa en Coyoacán
Los lirios serán pisados por este poeta que nos escribe
mientras contempla tus cejas
y sujeta entre sus brazos
la criatura sanguinolenta que nunca nacerá
Él te sueña con vestidos
donde hilaron
mujeres de Janitzio Pátzcuaro y Morelia
Yo te recuerdo desnuda
herida del norte a la cintura
del sur hasta los senos
¿Cómo podremos olvidarte los dos alguna vez?
Él aquí Yo allá
en la región de la absoluta transparencia
donde lazarillos de tus collares
nos aventuramos a llegar a ti.

Cabudare
Noviembre 10 de 2006



Un antepasado suyo había participado
con Hernán Cortés en la conquista de México
le llamaban el florentino
sin embargo tal vez era de Sicilia
lo que explicaría su proceder maligno:
se cuenta entre los que martirizaron a Cuauhtemoc
Digno de una raza vehemente
golpeaba su cabeza contra las piedras
ante los caprichos de la adversidad
Pudo morir en un oscuro callejón de Venecia
mas no lo permitió el azar
Deambuló los lupanares del Caribe:
Panamá Cartagena y Cumaná
le vieron regar su sombra con sangre del adversario
El tiempo nunca mitigó sus dolores
tampoco opacó la nobleza del impío
Hoy su tumba refugia
plácidas mariposas veraniegas.

Barquisimeto-Yaritagua
Noviembre 11 de 2006



¿Dónde abrevan los animales del polvo
la serpiente de piedra los ojos del gato
la tos de los faroles y
la grava que nos oprime?
¿Dónde el espacio para vivir
sin corrosión
los velámenes flotando en el arco iris
o el agua quemando incienso en los metales?
¿Dónde gira en el tiempo
la puerta del Lupanare de Pompeya
con los nombres trazados
en el pecado y el espanto
sin el ojo que importuna
ni la mano que señala
ni el peso de los muros torciendo las cenizas?
¿Dónde el viento que dobla las cintas
el gallo que canta en la mañana
su terciopelo rojo
el testigo que oculta las rutas del azafrán?
¿Dónde los pent-houses que rotan
sobre los rascacielos de Nueva York
sin la valija del abandonado
ni la sombra del sediento?
¿Dónde el lirio que cada tarde
muere en las manos
de un afanado día?

Cabudare
Enero 08 de 2007



Sus huellas aún tiñen
mapas de adversidad
en la línea meridional de continentes indefensos
De un barco a otro
tejió la maligna brisa de olvidadas playas
en la llaga de meretrices infestas
Hoy habita en asmáticos apartamentos de Bogotá
en rústicas callejuelas cercanas al puerto
de la Ciudad vieja en Montevideo
o en las estribaciones del río Guaire
que discurre apestoso a la margen de una ciudad
que se llamó Santiago de León de Caracas
Su porte es de hombre abstruso
abusado por el vicio de vivir
en tiempo de iniquidades solemnes
De sus pulmones y su corbata
brota el éxtasis de un ciudadano inocente
dispuesto a cometer cualquier crimen del progreso.

Cabudare
Enero 08 de 2007



Una nueva geografía le avivó el dolor
de ciudades que mortificaron su alma
¿Cuánto había cavado
del precipicio enorme
que desteje el espacio entre los amores?
Antiguos insomnios
mermaron su fe de faroles ebrios
Ofició de orfebre desmedido
silencioso forjador de metales secretos
A un puerto abandonado recaló un día:
su indumentaria delataba derrotas
y nadie le saludó
Tuvieron misericordia de él
le dieron a beber agua de lluvia
y panes amasados con mastranto
En las tabernas escucharon las historias
que relataba como un encantador de serpientes
Nadie le comprendía
pero todos jugaban a creerle
y él jugaba a ser inocente
Cuando murió no atinaron qué epitafio
colocar sobre su tumba:
desconocían su nombre
su origen
su edad
El tiempo se encargó de corregirlo todo
borrando cualquier indicio
Hoy nadie le recuerda
Nunca tuvo rostro
Nunca palidecieron sus huesos
Jamás fue polvo.

Yaritagua
Febrero 13 de 2007



“Muchacho
hagamos una guitarra
debajo del mar
con madera
de pájaros que canten árboles”
Eso decías cuando inventaste la tristeza del mundo
y Roma era
un remoto eco de bergantines suicidas
Sólo nos quedaban los adioses en los puertos
la singladura de los bajeles
y la dársena espesa de la noche
“Después de todo
no arde tanto el amor
como para deshacer un corazón de cenizas
sobre un tren de otoño” decías
y de tus ojos grises manaban alas
hacia los muros de una ciudad
de piedra
“Ciudad Bolívar nos caerá encima:
la herrumbre de su soledad
el serrín de sus muertos” decías
y giraban en la elipse del río
presagios de invierno
La ciudad se fue en tus cenizas
en los manteles de otoño del semeruco
en el sueño que hiló de arañas
la aldaba pequeñita de tu muerte
“Muchacho
no llores cuando oigas
que las calles de Upata
doblan a muerto”

Cabudare
Abril 12 de 2007



Te amo niña de Sadec amo tu cuerpo desnudo:
suave alga del Mekong
No puedes amarme no estoy aquí no soy de aquí
mi soledad fue un barco que cruzó el Mar de la China
el Mar Rojo el océano Índico el Canal de Suez
el Mediterráneo
Te amo niña de Vinhlong durazno en los senos
carmín en los labios
pececito de tus piernas
Te amo aún contra el tiempo
las calles de Calcuta
los coolíes de Rangún y el Chino de Cholen
¿Quién dijo que es posible el amor
cuando el tiempo padece olvidos
de espejos infinitos? ¿Tu qué sabes
de náufragos muertos
de juncos marchitos
a orillas de los meandros del Mekong (Rivière de Saigón)?
Te amo niñita blanca y desnuda Lavaré tu cuerpo
con agua de arroz Untaré tu cuerpo
con escarchas de luna
Besaré tu cuerpo con labios de miel y avena
No puedes amarme Ahora no soy Yo
ni sombra del río ni estela en el agua
Niña de Sadec dónde estás que no te veo
Nunca diré que soy la montaña de Siam
el polvo del rocío que baña tu cuerpo
No diré que soy tu deseo.

Cabudare
Mayo 3 de 2007



El desamor le cubrió con la piel de los barcos
En las tardes los veleros acariciaron sus ojos
perfumados por el aroma del mar
Los ríos crecieron en la ruta de sus arterias
Asumió que un hombre es lo que lloran sus ojos
en lo bajeles de la soledad
Soñó con las estrellas derrumbadas
sobre la cintura del Bósforo
con los diamantes de hielo
que flotan sobre el Ártico
En las noches vestía su escafandra
nadaba y volaba bajo las aguas del mundo
buscando lágrimas de náufragos
para hacerse un collar
No encontró peces en el pozo de sus sueños
Ni naufragios
Ni pulpos de oro floreciendo en las profundidades
En un puerto cuyo nombre olvidó para siempre
los marineros acariciaron su oído
con lamento de cítaras y laúdes
Allí amó una mujer de humo
que desapareció apenas despuntó el alba
El primer sol
atestiguó las espinas que ella dejó sobre su piel
Su mayor deseo ahora
es temblar como gota de lluvia
después de la tormenta.

Cabudare
Julio 24 de 2007



VIAJAR HACIA MIMINA

“Noviembre es ante todo la negación del girasol.
Espiral de brasa herida en el tictac de un reloj”

Pálmenes Yarza

Quisiera decir “te prohíbo
que mueras” aunque la muerte
ya trazó sus girasoles
¿De qué sirvió la ventana azul
donde el sol coloreó sus trinos?
Ir hacia ti
es navegar veleros al viento
Juntos alzamos la copa
de los árboles
donde las cigarras construyeron la noche
En la orilla de un río inmenso
viajé a tus pies menudos
como peces dorados
ensayando un alfabeto de arena
No puedes marcharte ahora
cuando mis brazos soportan
el peso de tus palabras
¡Te lo prohíbo!
…y quiero que sepas
no estoy jugando.

Cabudare
Noviembre 10 de 2007



Del fondo de su pecho
sacaron hojas amarillas:
Eran cartas olvidadas de viejos marineros
Lo vaciaron todo
No le quedó mucho en las entrañas
algunos zapatos con un bastidor de huesos
la oreja de un hipopótamo
los goterones del invierno
que se mecían dentro
Cuando lo subastaron
en el mercado de las mil arcadas
junto a meretrices de Burdeos
esclavos de Abisinia
y enanos de Sumatra
alguien comentó
“mírenlo
pura ojera
puro pellejo
puro salitre viejo”

Cabudare
Enero 28 de 2008



La noche atrapa los gavilanes firmes
y un dedo de nácar vuela sobre la aurora
¿Por qué me diste la palabra tristeza?
¿Por qué los alerces centenarios mueren
bajos los fuegos del sur
donde huyó el poeta?
No más la polvareda en el muro
ni el dolor en el hombro
Habré de morder el lápiz
para no morderme los labios
Se abrirán puertas
y cerrarán sus ojos las violetas
en los días viernes bajo ladridos de perro
Las renuncias valen un comino
Y jamás un renacuajo fue de piedra.

Cabudare
Febrero 29 de 2008 (Cada cuatro años)



Pido una ventana de sol
para hablar a la rosa de montaña
y al diminuto arco iris de una sonrisa
Todavía llevo enredada en los ojos
la mitad del sueño
Duele el cuerpo
pero el alma alegre
libera licores de miel
Hoy vengo a cantar
y a desgranar el trigo de las voces
en la inmensa alberca
de los patios de golf béisbol o fútbol
que da igual
a esta metáfora
absoluta de la luz.

Yaritagua
Mayo 14 de 2008



REFUTACIÓN A SALVATORE QUASIMODO

Es cierto que “cada uno está sólo
sobre el corazón de la tierra
atravesado
de un rayo de sol
y de pronto anochece”
Pero también es cierto
que
cada uno está sólo
sobre el corazón de la tierra
atravesando
un rayo de sombra
y de pronto amanece.

Yaritagua
Mayo 16 de 2008



Si un tigre atraviesa en el sueño su rayo arco iris
y una mariposa queda volando colores
aún después del vuelo
Si la primavera enrojece de acacias
el borde del horizonte
y un perro te lleva hasta Penélope
que esperó por ti una eternidad
Entonces
para qué la noche
el dolor o la angustia
Entonces
qué importa la muerte.

Yaritagua
Mayo 26 de 2008



En la espalda
se le enroscaban dedos
de muertes enlutadas en ojos
de templos ciegos.
Había perdido toda esperanza
libando licores ferruginosos
que corroen las entrañas
Los últimos ardores
los disipó
en la hornacina de unos pezones tenaces
y en la aldaba de un sexo voraz
En las madrugadas arrastraba
hacia las habitaciones del infierno
un cuerpo envilecido
de piernas tremebundas
y balano enteco
Ató a la noche
torceduras de sanguijuelas
que muerden el ocaso
Salido de sus despojos
de la osamenta que le tocó por castigo
de las vísceras y humores
que definieron su entrecejo
salido de sus costillas y de los glúteos
del torniquete azul de los glóbulos
y de la risa del santo
y de la seña del mendigo
escapado pura ánima en pena
salido afuera muy afuera distante casi un soplido
miró los despojos que dejó para la tierra
después que ni la muerte
quiso darle cobijo.

Cabudare
Diciembre 18 de 2008



¿Cómo morder este dolor?
¿Cómo repartir las cortaduras
que afilan sus canes de sangre?
Pido a gritos
¡liberen mi alma
que huya de este cuerpo deshuesado!
¿Cómo detener mi nombre archipiélago
que gira su polvo de planeta exhausto?
Sudo clavos de crucifijo
en mis heridas tumefactas
sudo lágrimas de espina
en la órbita de mis dolores humanos
No soporto tanta noche alevosa
comiendo mis entrañas
de cabezas ciegas y bocas
sembrando sus larvas planas
Pido una mano para saldar el cero
en las destrezas de una rana
Pido besos de soga
auroras de brazos extendidos hacia mí
la misericordia de una daga.

Cabudare
Diciembre 22 de 2008


Julio César Blanco Rossitto ( Ciudad Bolívar, 1961). Ingeniero eléctrico, poeta y narrador venezolano. Por su obra ha recibido, entre otros reconocimientos, el Premio Municipal de Poesía “Eduardo Mathías Losada”, de la ciudad de Maracaibo (1989), Mención en el concurso de poesía “Marco Aurelio Rojas”, convocado por la Universidad de Carabobo (1989), Mención honorífica en el concurso de cuentos del diario Antorcha, del estado Anzoátegui (1992) y premio en la IV Bienal de Literatura “Antonio Arráiz”, celebrada en Barquisimeto en el 2006. Tiene publicados los libros de poesía El sol como por dentro (1982), Enseres (2000) y Fábula del pez y la colmena (2004). Textos suyos se incluyen en las selecciones antológicas Poesía de Monagas, Bolívar y Delta Amacuro y El Cunaguaro Melancólico II, editadas en los años 1983 y 2003. Mantiene inéditos el poemario Otras maneras del despojo y la recopilación de cuentos Correo del amor y otros relatos. Actualmente reside en el estado Lara, donde es miembro del consejo editor de la revista Maltiempo. Los poemas anteriores forman parte de su libro en preparación Viajeviajeros de la luz y de la sombra.




14 de febrero de 2009

Silvio Rodríguez: La audacia como algo más que historias de canciones

Por Alexis Castañeda

La nueva trova, aparecida en el campo cultural cubano hacia la mitad de la década del sesenta, fue resultado de un cíclico y dialéctico renuevo de la canción popular, compulsado por necesidades epocales y que tenía como antecedentes pautantes la trova tradicional y el filin.

Auque la nueva trova surge y se abre con dimensiones propias y rasgos particulares, no obstante se produce en un momento casi universal de replanteamiento de la música popular y dentro de ella la canción, que va a sufrir una renovación tanto musical como textual, partiendo de la explotación de una matriz sensible, común a las grandes masas. No es casual entonces que entre las constantes principales, en Cuba y otros países (Latinoamérica, España y los Estados Unidos) haya cierta vuelta a las raíces, pero de acuerdo a otra estimulación ambiental de exigencias superiores y a la homogenización del mundo musical.

Este movimiento en Cuba tomó fuerzas rápidamente, auque tuvo que encauzarse al margen de las corrientes predominantes pues las ofertas de consumo a partir de los medios de comunicación se limitaban a brindar lo más comercial, y no precisamente lo de mejor calidad. “La producción musical —apunta la investigadora Clara Díaz— se movía por lo general dentro de cánones envejecidos, cuando no imitativos de modelos facilistas y ajenos a la concepción ideoestética que iba proponiendo la realidad”(1). Estos trovadores, parte de una nueva generación de creadores formados dentro del proceso de la Revolución Cubana, y que constituía una vanguardia de enfrentamiento a conceptos conservadores del período, buscan entonces refugio, y se salvan de alguna manera, bajo ciertos poderes particulares, como los de Haydee Santamaría en su Casa de las Américas y los de Alfredo Guevara desde el ICAIC. Precisamente este vínculo con el cine fue de gran importancia, pues facilitó una vía de difusión, teniendo en cuenta que otros medios apenas se ocuparon durante esta etapa de llevar al público la obra de los jóvenes trovadores. Sobre estos momentos, diría Silvio después: Por entonces había cierta fobia ideológica por el rock, algo así como una enfermedad infantil izquierdista, a decir de Vladimir Ilich. Esto llegaba a los extremos kafkianos de buscar células de rock en la música de los compositores, y había listas con calificativos y censuras para compases sospechosos. Después de algunas adversidades un grupo de jóvenes músicos y yo tuvimos la suerte de encontrar refugio para aquel tipo de excesos en el ICAIC (Instituto de Arte e Industria Cinematográficos). Ahí yo me desquitaba haciendo “rocanroles” con letras revolucionarias que los cuadrados de la cultura se tenían que zampar. Como el noticiero semanal ICAIC y las películas ponían nuestra música, aquella fue nuestra forma de contribuir a barrer con los prejuicios que existían con el rock. Cuando en aquellos tiempos me ponía a escribir, debía estar conciente de varios frentes de confrontación a la vez: aquel del que formaba parte como país martiano y socialista a 90 millas del imperio; estos otros combates domésticos mencionados, que suponían una forma de disidencia revolucionaria; y, para colmo, debía cargar con el implacable frente íntimo, contra el que no había excusa y me exigía ser cada vez mejor persona y artista(2).

A pesar de los apoyos es sintomático que en la Resolución Final del Encuentro de la Canción Protesta, celebrado en la Casa de las Américas entre los días 29 de julio y 10 de agosto de 1967, los firmantes por la parte cubana fueran Rosendo Ruiz, Alberto Vera y Carlos Puebla(3) cuando ya Silvio Rodríguez y Pablo Milanés tenían una buena cosecha de excelentes temas enmarcados en esta corriente: “Que levante la mano la guitarra”, “Terezín” y “Canción de la trova”, de Silvio, y “Por qué (Yo vi la sangre de un niño brotar)” de Pablo, son muestras ejemplares. Además, estaba reciente todavía el impacto y entusiasmo que causó, sobre todo en los jóvenes, el recital de Silvio junto a la también trovadora y muy seguida en aquellos días, Teresita Fernández, en julio de ese mismo año en la sala teatro del Museo Nacional, espectáculo integral donde participaron algunos poetas que acaparaban la palestra literaria en aquellos momentos, cineastas y otros importantes artistas como José Luis Posada.

El movimiento de lo que se llamó nueva canción, canción protesta, política, comprometida o de contenido social, tenía como una de sus características definitorias la crítica subversiva del medio social de donde emergía. Los autores Luis Rogelio Nogueras y Víctor Casaus concluyen que la nueva trova cubana se diferencia por tener una posición de reafirmación y no de ruptura con su entorno social(4); sin embargo, tampoco quedó aquí ajena a esa tendencia de inconformidad y crítica, auque partiendo de la realidad particular de nuestro país y siempre con esa intención reafirmatoria de mejoramiento.

Ya hacia finales de la década del sesenta se va haciendo más lento el proceso creador y de efervescencia espiritual que había señalado los inicios de La Revolución. El entrometimiento dogmático y prejuiciado con su criadero de mediocridad y una burocracia esterilizadora devienen en lo que el dramaturgo Eugenio Hernández llamó alguna vez «debacle cultural», desembocando luego en los ya reconocidos años grises de los setenta.

Es en este contexto que aparece la nueva trova y no es extraño, pues, que uno de sus compositores pilares, Silvio Rodríguez, a pesar de otros asuntos de urgente atención en Cuba y el mundo, desde sus primeras composiciones emprendiera arremetidas contra esos lindes entorpecedores de toda novedad —léase calidad— nacional o extranjera. Ya en 1966, en una de sus primeras canciones, dedicada precisamente a la trova, se refiere a la incomprensión histórica de la misión del trovador, que se mantenía no obstante hubiera pasado el tiempo y las cosas “cambiado de color”, y reafirmaba de manera ética:

Pero tras la guitarra siempre habrá una voz
más vista o más perdida por la incomprensión
de ser uno que siente como en otro tiempo
fue también.

(La canción de la trova)

En ese mismo año plasma con visión fotográfica la aridez abúlica que rodeaba el momento:

No hay nada aquí
solo unos días que se aprestan a pasar
solo una tarde en que se puede respirar
un diminuto instante inmenso en el vivir.
Después mirar la realidad
y nada más.

(Y nada más)

La misma atmósfera de aprehensión e incertidumbre es recogida "En mi calle":

En mi calle el mundo no habla
la gente se mira y se pasa con miedo…
En mi calle de silencio está,
y va pasando por mi lado…
Yo no se por qué estoy cantando
por qué estoy amando
por qué estoy muriendo.

Un año después Silvio, ya con un punto focal preciso y más decidido a luchar por su espacio, se lanza en una actitud retadora:

Al que le disguste mi sincero afán
de decir la vida en mi canción
solo le diré que cuando pueda
colgaré mi voz en algún lugar común,
que cuando pueda dejaré mi forma de pensar…
Pero mientras tanto, tengo que vivir
tengo que decir lo que he de pensar.
Mientras tanto
yo tengo que hablar, cantar, gritar
la vida, el amor, la guerra, el dolor
y más tarde
guardaré la voz

(Mientras tanto)

Para aquel grupo que alguna vez le impidió la parición y proyección de su canto nuevo se dirige en “Hay un grupo que dice”:

Hay un grupo que dice
que lo haga reír
dice que mi canción
no es así, juvenil
que yo no debiera
ponerme a cantar
porque siempre estoy triste
muy triste
Miren que decir eso
con tanto motivo
para no reírse como hay.

Sobre esos mimos dijo, quizás en el vórtice del pesimismo, pero también en uno de los momentos de mayor conmoción lírica:

Yo se que a nadie
le interesa
lo de otra gente
con sus tristezas

Auque más adelante en la misma canción rectifica y se salva de alguna posibilidad:

Yo se que hay gente
que me quiere
yo se que hay gente
que no me quiere
(Esta canción)

A uno de los peores vicios que ya hacia finales de los sesenta regateaba su trono, el oportunismo, Silvio conmina a un rabioso duelo con resolución:

Con el oportunismo tengo un duelo…
y sin embargo estoy amando
y abro un trillo sobre el fango
Quisiera ahora desgajar
mi larga rama de palabras
y echarlas todas a volar
sobre las almas de las almas
y que estallen y que muerdan
y que todo sea mejor.
Y consciente del peligro convoca:
Yo te invito a caminar conmigo
Auque siempre sea perseguido.
(Yo te invito a caminar conmigo)

El derecho a la palabra, a decir, como parte del proceso revolucionario, lo proclama y lo defiende:

Hicimos cosas sin parar,
pues la palabra hay que ganar
para opinar de todo bien o criticar.
unos decían porque sí
otros por miedo de que no.

(Voy a cantarle al porvenir)

En “Debo partirme en dos”, de 1968, el trovador vuelve en su carga contra los que exigen una canción fácil y le critican su canto “indecente”:

Hace rato que vengo lidiando con gente
que dice que canto cosas indecentes…
Unos dicen que aquí
otros dicen que allá
y solo quiero decir,
solo quiero cantar.

“Viven muy felices” desenmascara a los loros de la retórica paralizante:

Viven muy felices, no digo yo
los que repiten la canción como aprendices
los que no buscan más allá de sus narices.
Viven muy felices, no digo yo
los que repiten un camino sinrazones
y ven la audacia como historia de canciones.

Y una vez más contra los que llamaría “servidores del pasado en copa nueva”, los “delimitadores de las primaveras”, los que ríen “con solo media sonrisa”:

Se debe subrayar la importante tarea
de los perseguidores de cualquier nacimiento
si alguien que me escucha se siente retratado
sépase que se hace con ese destino.

(Resumen de noticias)

En pleno 1970, como en una catarsis decisiva de su lucha, declara de manera testamentaria:

A los veintisiete días del mes de mayo del Año 70
un hombre se sube sobre sus derrotas,
pide la palabra momentos antes de volverse loco.
No es un hombre, es un malabarista de una generación.
No es un hombre, es quizás un objeto de la diversión.

(Oda a mi generación)

Los setenta con su grisura, que sombreó algo más que un quinquenio, fueron relegando estas canciones en la ignorancia de una generación que no llegó a conocerlas, pues la nueva trova pasó a ser música de ocasión para cubrir actos luctuosos o fechas históricas, difundiéndose solo aquellas composiciones de contenido directamente político y llanamente laudatorias. Hubo que esperar entonces hasta finales de la década, cuando se abre y alborea más el espectro cultural cubano y llegan los vergonzantes ecos de los aplausos tributados a Silvio y a Pablo por otros públicos, donde hasta los niños cantaban canciones prácticamente inéditas o desconocidas en nuestro país, originándose entonces una situación paradójica , pues estos cantores pasaron de la noche a la mañana como «acabaditos de descubrir» a propuesta oficial para los que, desde hacía ya años, los seguíamos y exigíamos su derecho a un espacio. Se inicia así un nuevo despegue de la canción trovadoresca joven que convierte a estos, y luego a otros trovadores en verdaderos ídolos con acceso a las grandes plazas, comenzando a difundirse, además, hermosas canciones de amor no menos preteridas o en desventajas de difusión, vertientes composicionales en las que Silvio Rodríguez fue sin dudas un adelantado.


Referencias:
1. Clara Díaz: Silvio Rodríguez. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 2005.
2. En: «Susurros en el camino», una respuesta de Silvio Rodríguez, de Belén Gopegui. La Jiribilla No. 217, julio de 2005.
3.Revista Casa, no.45. 1967.
4. Víctor Casaus y Luis Rogelio Nogueras: Silvio. Que levante la mano la guitarra. Segunda edición, Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1987.

Tomado de Hacerse el cuerdo (Año.2/Nro.5)