9 de febrero de 2010

En la luz de tu boca el viejo amor

Muchacha, cuando te pones
a la distancia de un beso,
regocija el embeleso
la savia de sus botones.
Un manojo de canciones
por la sonrisa te asoma
y, repartiendo el aroma
que de tus labios arranca,
vas imitando la blanca
presencia de una paloma.

Sueñan tus brazos. Transita
sus candores ese intento
conciliador que en el viento
sus detalles precipita.
El silencio en ti medita
casi azul. Quiebra sonrojos
la tarde si acentos rojos
te nombran, iluminada
por esta lluvia soñada
que se escapa de mis ojos.

Vierto en la luz de tu boca
el viejo amor que padezco.
La ecuación donde anochezco
-simplificada- nos toca.
¿Con qué sabor me provoca
tu figura, si es un grito
descubriéndome infinito
para la imagen que ofrece
y, ya ennoblecida, crece
junto a la estela que habito?

Por eso, el canto que empieza
demorándose en tu cielo
sube, agitando el pañuelo
que deslumbra en tu cabeza.
Por ti, el aire despereza
la música en los jardines
donde humillados jazmines
van a dolerse. Y se inclinan
sumisos, cuando imaginan
tu desnudez, los delfines.

(de Las puertas de cristal)


4 de febrero de 2010

Regreso al sitio en que tan bien se está

Aunque el silencio avise que estás muerto,
que hay un farol sin luz en la Calzada,
que otra vez la tristeza iluminada
cantará con tu voz su desconcierto,

yo te imagino aún, por los extraños
pueblos que tu palabra concibiera,
nombrando la costumbre, tu manera
de anudar con metáforas los años.

Sé que has plantado en el dolor tu tienda
para escaparte así de una leyenda
que no admitió vejez ni contratiempo.

Y, apedreando al silencio casi triste,
regresas hoy al sitio que dijiste
legándonos el tiempo, todo el tiempo.