22 de mayo de 2010

Ulises resurrecto

Es cierto: siempre afirmas callando lo que sientes;
no embridas la tristeza para esquivar su grito,
y al llanto que descubren tus lágrimas recientes
las alas que le brotan lo embriagan de infinito.

Se alargan como sierpes las sombras que censuras;
en cárceles de vida tus páginas se ahogan;
la soledad te acecha con trampas que apresuras
y, a punto de exiliarse, los sueños te interrogan.

Si, como Ulises, nadie serás mientras la noche
junto a tu piel desate las brumas de su coche,
¿qué buscas en las aguas que el cíclope maldijo?

Sobre la mar, infecta de Poseidones graves,
divísanse las velas henchidas de tus naves
y en Ítaca te aguardan Penélope y tu hijo.



15 de mayo de 2010

Elegía precoz a un padre vivo

Humanamente limpio,
descorriendo
la nube alucinante
que sin aviso previo derramara
sus cuentas de abalorios,
suele inclinarse leve,
como una sombra más,
hacia su nombre.

Ahora que se confiesa vulnerado,
que ya gastó su piel bajo el hechizo
de airosos ademanes,
ordenando sus sílabas inermes
concluye que las frías navajas del invierno
le humedecen los años,
la estatura.

Tocado arteramente
por ese olor a bruma que afirman los desastres,
yo regreso al origen de sus grietas,
a su memoria hecha de tímpano y sudores,
y hallo la casa triste,
sus ojeras,
el sitio
donde la mesa exhibe
la súbita orfandad de una vajilla.

Agua que apenas roza los límites, las voces
dictadas por un símbolo,
sólo anhela escanciar
toda la sed de su postura humana
sobre la lengua de los hartos;
sólo anhela decir: hay otra fuente
bajo el arroz que lloran los humildes;
sólo anhela saber, de alguna forma,
– hurtando el corazón
a tanta fe varada en los designios –
cuándo podrán leerse
las iluminaciones prometidas
en el silencio enorme que ilustran los diarios.



1 de mayo de 2010

Apuntes sobre un libro de Daniela Saidman


Como era de inferirse, una nueva hornada de poetas ha comenzado a dar noticias de su aparición en Venezuela. El compromiso de la mayor parte de sus miembros con el proceso de transformaciones que se ha venido gestando en el país no debe sorprendernos: aun cuando levante ronchas y escozores en la sospechosa delicadeza de algunos pabellones auriculares, es perfectamente lógico y manifiesto para quienes, ya libres de la obnubilación generada por siglos de inexcusable inopia y de no escasas manipulaciones, vuelven los ojos hacia la verdadera historia de nuestros pueblos. Se trata de un grupo empecinado en avanzar. Y en virtud de la apertura y de la amplificación editorial, sus obras invaden los anaqueles de numerosas librerías y la curiosidad y el interés de los lectores.

A este grupo pertenece Daniela Saidman (Ciudad Guayana, 1977), frecuente suscriptora de lúcidos comentarios y poetisa cuyo nombre suele circular con cierta regularidad por los laberintos del ciberespacio. Hasta el momento, ha compilado sus versos en dos libros. El segundo, América y otros cafés, vio la luz hace alrededor de un par de años y llegó recientemente a mis manos gracias a la existencia del azar.

La utilización inteligente y mesurada de las figuras literarias coadyuva, como todos sabemos, a establecer diferencias sustanciales entre la elocución poética y la prosa. Si aceptamos que las tendencias conversacionales, imbuidas por un notorio afán de comunicación con el universo de sus receptores, se aproximaron un tanto al prosaísmo y redujeron casi a la mínima expresión el uso de los giros metafóricos, no me parece demasiado riesgoso sugerir que, desde mi punto de vista, en estos poemas de Daniela subyace la intención de establecer un equilibrio, un puente, una velada reconciliación entre esas probables opciones creativas:

Siempre tan lejos y tan cerca
siempre dispuesta al roce y a la bala
siempre de cabellos y pañuelos blancos
siempre las entrañas bañadas de la sangre nunca vista
siempre con la muerte en los labios
y el después conmovido por todas las ausencias.

Adviértase cómo en el texto que acabamos de citar, precedido por una dedicatoria que contribuye a explicitar el objeto lírico –las madres de la Plaza de Mayo– el ornamento del lenguaje se apoya en la persistencia de la anáfora, en la reiteración intencionada de un adverbio hasta el penúltimo enunciado. Asimismo, la personificación sustentada por el alejandrino que finaliza el poema, pletórica de belleza y denotativa de vibraciones cadenciosas y estimables, de cierto modo tiende a contrastar con la sensación de permanencia indicada por los versos anteriores. Adviértanse también la antítesis inicial y las expresiones “cabellos blancos” y “sangre nunca vista”, referente a la ancianidad o a la condición de madres la primera, y la siguiente a las personas condenadas a desaparecer por los regímenes de turno entonces en aquellas latitudes. Más allá de todo ese andamiaje tropológico la idea, el fondo, el propósito enclaustrado en el poema consigue revelársenos con meridiana claridad.

Dicho de otra manera: si bien se nos torna ostensible la prevalencia en el cuaderno de locuciones rítmicas y elegantes y exornadas, ese predominio no redunda, sin embargo, en contra de la legibilidad e interpretación del pensamiento. Así, muchas de las botellas lanzadas al vaivén de las olas arriban exitosamente a los remansos de la orilla, y diríase que, favorecido por semejante itinerario, el mensaje que se nos quiere hacer llegar se apropia de la misma transparencia de las aguas sobre las cuales ha viajado:

Un jazz de Chet Baker
suena en esta portátil
que sabe de algunas asignaciones
de trámites y denuncias
notas de prensa
política regional
izquierdas y derechas
pero poco de tu nombre
de la consecuencia de desearte
en esta noche entrada en ausencias

Con la lectura de América y otros cafés asistimos a la concreción de un plectro que, a pesar de su elocuente brevedad, admite aproximaciones enjundiosas a contextos inherentes a las preocupaciones sociales, y exterioriza sobre todo múltiples variantes de la sentimentalidad amatoria, invicta o convocada por los vientos de la nostalgia y de las pérdidas. Su autora, sin desdeñar la toma de partido, se aparta muy atinadamente de apologías y estridencias, y nos permite asomarnos al disfrute de una poesía que, brotando con la naturalidad de un surtidor, logra convencernos por la multiplicidad de sus hallazgos y su palpable dosis de honradez.

En resumen, no creo distanciarme mucho de la verdad si asevero que este libro habrá de significar para Daniela una considerable y oportuna reducción de la distancia interpuesta entre las conquistas primigenias y el advenimiento de la madurez definitoria. De ahí que me apresure a celebrar su acertada publicación y a recomendarlo a quienes viven y avanzan convencidos de que la luz, en ocasiones, adquiere la costumbre de acomodarse junto a las páginas de un volumen de poemas, sólo para darse el gusto de sorprendernos cuando salta.

Yaritagua, 29/4/2010