6 de noviembre de 2012

Admoniciones al cordero


Es preciso que entiendas: quien te saca
del fuego las castañas, cuando cobra
lleva tu esplendidez a la zozobra
y, atándose de un vicio que no aplaca,

tu agradecida voluntad sonsaca
invalidando límites. La obra
de ficticios pastores maniobra
con la indolencia que tu voz no ataca.

Ajeno a las maldades y a su friso,
sueñas con la equidad del paraíso
y, viéndote habitar el desespero,

hay un grupo falaz que se divierte
mientras tú aprendes a vivir la muerte
clavado, como Cristo, en un madero.



1 de octubre de 2012

Soñar la transparencia


                                                                                                     Curiosamente, una pastilla puede
                                                                                                     borrar el cosmos y erigir el caos.
                                                                                                                  JORGE LUIS BORGES

Curiosamente, una pastilla puede
borrar el caos y erigir el sueño.

Y a pesar de las lágrimas,
a pesar de los dientes y de la humana podredumbre,
con la mirada henchida de equidades
la realidad esconde sus serpientes de bruma.

Así como los ojos de Moisés
al mencionar la tierra prometida,
se ilumina de pronto, sorprendiéndonos,
un día fustigado por la razón brevísima
de los que callan su dolor a gritos,
un día venturoso donde imponen los peces,
perdidas las escamas,
el imperio del agua sobre la arena incuestionable,
sobre la luz que falta y la que duele.

Logrado ese equilibrio
que invocara con gestos la balanza,
nadie tiene derecho a pisotearle
sus esfuerzos al prójimo.
Los que ayer, malamente,
desayunaran turbios,
con la experiencia amarga
de su estrechez en los bolsillos,
reciben de los hartos el pan impostergable
para la ociosidad de su saliva,
y en praderas de asfalto y griterío y júbilo,
como hermanos recientes,
se alimentan el lobo y el cordero.

Deletreando el olor, el estallido
triunfante de su aroma,
regresan las canciones a todas las ventanas.
Convocado a su sitio,
el entusiasmo defenestra los números impares,
las vastas magdalenas autocríticas
que han suplido con rabia,
con autos y oficinas y venenos,
el vástago que, airados, les negaran los dioses;
las bastas magdalenas autocráticas
que únicamente son cuando degustan
el alma subversiva,
la piel del condenado
bajo el talón impúdico de sus zapatos pudorosos.

Convocado a su sitio,
el entusiasmo estalla desde unos párpados inmóviles.
Pero el tiempo es atroz: no se detiene.
Pero el hilo se quiebra: esto es terrible.
Algún reloj hermético dispone sus cuchillos
y agonizan, exangües, los minutos
cuyo deceso inexorable puede
borrar el sueño y erigir el caos.

¿Qué va a pasar entonces?
¿Qué será de los tristes?
¿Qué será de los sordos, los ciegos, los comunes?
¿Qué será de los hombres
si al despertar descubren que se debaten mudas,
ojerosas e infieles las farmacias?


29 de septiembre de 2012

Internet y la literatura cubana


Hace algunos meses, durante un encuentro fortuito con Jorge   Ángel Hernández Pérez  en la sede de la UNEAC en Santa Clara, conversábamos acerca de la escasa divulgación que se le ha dado a la literatura cubana en internet. Eso es un hecho innegable. Yo he tenido la oportunidad de indagar en innumerables sitios que permiten la descarga gratuita de obras literarias, y puedo dar fe de ello. Si se descartan los escasos títulos disponibles en las bibliotecas de Cubaliteraria y Esquife, son pocos, en verdad, los libros de autores cubanos que circulan en el ciberespacio. Y, por otra parte, no es igual la navegación a través de un PDF editado específicamente para su lectura digital, que a través de otro que se conforma a partir de una copia de la edición impresa del libro. En el primero, es factible localizar  textos específicos mediante la utilización del índice, siempre que se le inserte una tabla de contenido, por supuesto; en el segundo, es necesario valerse del mouse y rodar las páginas hasta encontrar el poema o el cuento que deseamos releer.

Carpentier y Cabrera Infante son, hasta donde he podido investigar, los dos escritores cubanos con el mayor número de obras subidas a internet. Pero la mayoría de esas ediciones, casi todas en Word, muchas veces resultan desastrosas desde el punto de vista ortográfico y, más que gusto, da disgusto leerlas. Yo he tratado, aun cuando mis conocimientos en materia editorial continúan siendo rudimentarios, de eliminar algunos de los defectos aludidos en los libros que he colgado en Ediciones PdA. Para ilustrar lo que digo, les voy a colocar aquí dos novelas que podrán descargar creando previamente una cuenta (gratuita) en 4shared.

Jorge Ángel Hernández
El callejón de las ratas
Descargar
Comoquiera que digitalizar un libro requiere de un tiempo del cual no siempre se dispone, El callejón de las ratas presupuso para mí un empeño bastante difícil. Descubrí, casualmente, un PDF calzado por la editorial Feijóo. Luego de pasarlo a mi computadora, le dediqué algunos días (me encontraba entonces en Cuba) para convertirlo en Word y formatearlo de acuerdo a mis deseos. Más tarde, aunque la ortografía era impecable, tuve que revisarlo de principio a fin, porque los guiones automáticos a veces dividen arbitrariamente las palabras (hab-ían, por ejemplo). Después, considerando que a los demás, como me sucede a mí, les gusta saber quién es y qué ha hecho el escritor que están leyendo, me conseguí una foto y los datos de H (que son una síntesis de los que él ofrece en Ogún guerrero), y con ellos elaboré la página que funge como contratapa y a la cual se puede ir directamente con un clik sobre el nombre del autor ubicado en la portadilla. Y por último, corregí los números de páginas indicados en la Posible guía al lector para hacerlos coincidir con las páginas que les correspondían en mi edición.

Alejo Carpentier
El reino de este mundo
Descargar
Con respecto a El reino de este mundo la tarea fue bastante parecida. Me ahorró tiempo el hecho de que accedí a una transcripción del libro en Word, pero, para desgracia mía, estaba contaminada de erratas e incoherencias. Disponía, sin embargo, de una edición impresa. Me afilié a la opción de cotejarlas y, luego de muchas horas de trabajo (incluido el de las posaderas) el resultado es éste que ahora les ofrezco.

Confío en que ni al amigo Hernández Pérez ni a los herederos del maestro Carpentier les desagrade que estas dos novelas circulen por la red. Aunque yo sólo he tratado, según creo, de mejorar un tanto las ediciones originales, es decir, las que ya estaban colgadas en internet, reconozco que no les solicité permiso para hacerlo. De manera que si no les parece correcto, les ruego que me lo hagan saber lo antes posible para evitarnos probables incomprensiones.