3 de enero de 2009

El Yo profundo de José Luis Serrano

Por Jorge Luis Mederos Betancor (Veleta)

Cuando pude leer y hasta participar en la premiación del Libro Aneurisma, de José Luis Serrano, me prometí no escribir más décimas en lo que me quedaba de vida, porque de nada vale esforzarse tanto para que más tarde viniese un holguinero a lucir mejor. Pueden creerme que hice honor a mi promesa y desde entonces a la fecha no he vuelto a frecuentar la espinela como no sea en las muy raras ocasiones en que el sacrosanto compromiso con el Club del Poste requiere de mi servicio. Tampoco quedaron muchos resentimientos porque Serrano y yo nos hicimos amigos, buenos amigos, que compartieron no solo cervezas, sino puntos de vista, ensueños personales y —cosa rara entre intelectuales— muy poco o casi nada se me ocurrió para empañar su imagen como no fuera que sería una lástima que tan buen poeta se quedara encasillado de por vida con la etiqueta de “decimista”. Igual que yo.

Y parece que lo mismo opinaba él; por lo menos aquí tenemos ahora este cuaderno donde demuestra a carta cabal que sabe moverse también como pez en el agua en otros espacios con el mismo rigor, inspiración y desenfado que en la décima. No miento si afirmo que fue un banquete para mí –como no dudo que también lo haya sido para los dichosos mortales que adquirieron el volumen—cuando traspasé el umbral de El Yo profundo. No es fácil, lo digo por amarga experiencia de lector, sostener desde la primera hasta la última página un libro de sonetos, rima de las rimas, a la que a su vez está muy poco dispuesto el paladar criollo. Y aunque esta disposición existiese, soy de la opinión de que un libro de sonetos no se fabrica como quien fabrica chorizos: hay que poseer el don, la gracia y la pericia que nos legaron los Quevedos y los Góngoras, para que la música penetre y se deslice como quien no quiere las cosas y atrape al incauto en sus catorce redes.

Serrano lo hace y de qué manera.

Y si voy a ser sincero hasta el fin, confieso, a riesgo de desacreditarme como hombre de letras, que este se cuenta entre los tres o cuatro libros del género que he podido consumir hasta el final sin un bostezo.

Alguien, cuya opinión pesa mucho para mí, hacía referencia hace poco a que José Luís, al cabo, estaba hecho de más ingenio que talento. Con todo respeto discrepo: ninguna obra más o menos extensa como esta, se sostiene a puro artificio si este artificio no viene artillado por una dosis de genialidad que la valide. Por demás, el artificio se diluye bien pronto y deja un sabor a estafa en el paladar. Y este no es el caso. Quien lee a Serrano siempre quiere leer más, y eso, valga la redundancia, es más de lo que se puede decir de casi todo el mundo.

Me precio entonces de lanzar, como si le hiciera falta, un poco de promoción sobre este libro. Aunque bien pensado, a nosotros los de provincia, ese ingrediente nunca nos viene sobrando. Ya bastante desgracia tenemos con vivir en Villa Clara, en Holguín o en cualquier lugar lo suficientemente alejado del Olimpo. Me precio, repito, de haber encontrado, gustado y promocionado una obra que me ha puesto a sonreír un poco y bastante a cuestionarme, como los antiguos filósofos —que son los buenos de verdad— acerca de quiénes somos y de donde venimos. Pero nada en literatura es gratuito, no basta con enunciarlo y ya; el asunto es cómo enunciarlo. Y ahí es donde el autor se luce espectacularmente: porque ahora me gustaría preguntarles —y que desde luego, se me respondiera con honestidad— si no proceden del cerebro de un loco o de un genio los siguientes versos:

Hoy me gusta la vida mucho menos
pero quiero vivir. Que nadie diga
que vivir no es hermoso. De barriga
incluso. Menos libres o más plenos.

Cierto que para todos los venenos
no hay un antídoto. Que hasta una hormiga
nos pudiera linchar. Dios nos maldiga.
En ser felices nunca fuimos buenos.

Cierto que a veces Satanás se sale
irremediablemente con la suya.
¿Morir qué recompensas equivale?

Melodiosa la muerte nos arrulla.
Pero en verdad vivir bien que lo vale.
Aún cuando estar vivos nos destruya.

En este, como en casi todos los poemas del libro, se hace evidente que la preocupación favorita del autor es buscar la quinta pata del gato. En un mundo donde los experimentos formales ya aburren, los de él espantan; tal vez por ello se le acusa de artificioso al que evidentemente le quedan estrechas las formas tradicionales que por demás ha demostrado que domina. Su vocación de iconoclasta irreverente se vuelve manifiesta y hasta puede afirmarse que arrecia; pero allá lejos, en el yo profundo, los que sabemos leer entre líneas advertimos al hombre que busca desesperadamente a Dios. Su destino bien pudiera ser el de Saulo de Tarso.

Personalmente, esperaba cierta mesura y algún distanciamiento sentencioso de aquel Serrano que conocí en ANEURISMA porque los años no pasan por gusto. Y qué equivocado estaba. La vida me enseñó que los poetas que tienen la suerte de escribir un buen libro son bastante raros. Los que llegan a dos son escogidos. De tres en lo adelante pertenecen al campo de las mutaciones. El autor que hoy nos ocupa tiene 36 años y ya va por dos. Y digo dos, en cuanto a géneros ya que su obra es mas extensa. Pero es evidente que la Editorial Letras Cubanas va adquiriendo olfato y puntería para las primicias.

A mi no me hagan caso; yo escribo lo que creo que es justo y nada más; puede incluso mi opinión estar lastrada por el gusto personal, lo cual es obvio, y por una dosis de pasión y deslumbramiento que nunca han sido las herramientas ideales para valoraciones más o menos serias. A nadie impongo, por tanto, mi criterio. Existe mi verdad, tu verdad y la VERDAD. El libro al que hago referencia fue escrito por una persona a quien ya no pertenece desde el momento mismo en que otra persona ponga los ojos en sus páginas. Al lector corresponde valorarlo en su justa medida y esa justa medida no es más que el gusto personal de cada uno. Para ser sincero, hoy por hoy me preocupa mucho más el destino del hombre José Luís Serrano que del artista, no importa cuán indisolublemente unidos estén ambos; pero lo cierto es que a estas horas deben estar sonando muchos cantos de sirena en sus oídos, y el presente artículo es un buen ejemplo. José Luís se encuentra tal vez en el momento justo para validar o re-validar sus presupuestos estéticos y humanos. Hasta donde le conozco, dudo mucho que tuerza el camino, pero nadie, desde Santa Clara, es profeta en Holguín. Aunque mejor que yo lo dijo Augusto Monterroso:

Hay un mundo de escritores, de traductores, de editores, de agentes literarios, de periódicos, de revistas, de suplementos, de reseñistas, de congresos, de críticos, de invitaciones, de promociones ,de libreros, de derechos de autor, de anticipos, de asociaciones, de colegios, de academias, de premios, de condecoraciones. Si un día entras en él verás que es un mundo triste; a veces un pequeño infierno, un pequeño circulo infernal de segunda clase en el que las almas no pueden verse unas a otras entre la bruma de su propia inconsciencia.

Pero el que esto redacta se precia de confiar mucho en el hombre.

NOTA:____ Jorge Luis Mederos Betancor es un alias de Veleta, villaclareño nacido en 1961 y autor de los libros de poesía Otro nombre del mar y El tonto de la chaqueta negra, publicados por la editorial Capiro, si mal no recuerdo, en 1993. Después de un silencio de varios años, Veleta ha decidido su regreso a los caminos de la creación que abandonara. Durante mi última permanencia en Santa Clara, hace ya casi un año, tuve la oportunidad de participar en un pequeño evento cultural, moderado por Ricardo Riverón Rojas, donde Veleta dijo algunos de sus poemas y anunció la próxima aparición de un nuevo libro suyo. Ojalá que así haya sucedido.

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